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Gente que va, y gente que viene. Nacemos creyéndonos únicos en el universo, perfectos en nuestro reducido habitáculo. Y crecemos. Crecemos junto a otros, crecemos enriqueciéndonos de experiencias, de vivencias y de sensaciones. Miles de seres que pasaran por nuestras vidas y dejarán huella, algo nuevo que aprender y un nuevo horizonte que mirar. A veces dejan huellas preciosas, inamovibles para el tiempo y el olvido. Otras, dolorosas como el mismo infierno. Y otras huellas que están ahi, que se olvidarán, y que pasarán como pasan las estaciones.
Otras veces le recordarás. Recordarás la melancolía de sus días y de sus noches. De sus palabras y de sus tonterías. Te preguntarás que fue del ayer y tú mismo encontrarás una respuesta. A veces no hay más sensaciones que el propio sentir.
Pensar en lo que podría haber sido. Lo que sería y lo que será. Otros que te decepcionan, que te olvidan. Y tú, inamovible, que esperas y esperas una señal, un hola y un me quedo para siempre. Una palabra que te jure lealtad eterna.
Ni la eternidad, ni las personas, ni las relaciones, ni las huellas, existen.
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