lunes, 20 de diciembre de 2010

Veces



La veo pasar con ese caminar tan despreocupado, con esos ojos perdidos y su pelo ondeando al viento. Hace frío, sus mejillas se vuelven blancas y la punta de su nariz roja, tan roja que duele mirarla.

Quizás sea su vaho que se desentiende de su boca, que se alza sobre sus cejas arqueadas. Su boca burlona tararea alguna canción perdida de esas que estará escuchando por sus auriculares verdes. Da un leve traspiés, una leve patada a una piedra y sonríe, quizás riéndose de su propia torpeza o quizás añorando tiempos mejores.

Su bufanda roja, su paso seguro. ¿Tendrá prisa, y por eso camina despacio? ¿Irá a alguna biblioteca, a oler el paso del tiempo y la humedad en libros a
ntiguos? ¿O querrá perderse en el Retiro un rato, huir del mundo y de la gente?




La canción parece acabar. Ella se está perdiendo ya en la multitud. ¿Adonde irá? ¿Quién la esperará? ¿Pasará la siguiente canción, pulsará el modo aleatorio o aceptará la siguiente que venga?

Quién sabrá, querida desconocida. Quién sabrá.

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