martes, 28 de diciembre de 2010

Espejo



Desordenado. Absurdo. Está de más.

Quiero convertir el rastro y el polvo de lo subrealista en nuestra más sincera realidad. Quizás temerás el resultado, como toda aquella persona que rechaza su propia esencia por miedo a ver en su interior, en bucear en sí mismo, por miedo a ver lo que realmente desea.

Odio los espejos. ¿Qué ves, qué te muestra? El tiempo pasa, nos miramos en nuestros reflejos no para vernos como somos, si no para adoptar posturas y formas con el fin de ocultar lo que somos. Maquillando esencias, peinando sueños, adornando ideales. Qué somos, qué habrá más allá de esos ojos en los que me quiero perder. Destinos que se cruzan, inciertos.

Di la verdad. Tu reflejo se resquebraja en esa pared líquida que te muestra tus miedos. El gesto que odias. La mirada que descifra quién eres. Un leve pestañeo que cuenta tus deseos. La vida se te escapa, se deforma, se va.

Cada vez que miro a un espejo no veo nada más que la posibilidad de una huida, de cómo se me escapan las decisiones y mi vida, mi vida... que se escapa de mis manos, que ni yo mismo soy capaz de darle un hilo conductor a todo lo que me muestra mi espejo.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Veces



La veo pasar con ese caminar tan despreocupado, con esos ojos perdidos y su pelo ondeando al viento. Hace frío, sus mejillas se vuelven blancas y la punta de su nariz roja, tan roja que duele mirarla.

Quizás sea su vaho que se desentiende de su boca, que se alza sobre sus cejas arqueadas. Su boca burlona tararea alguna canción perdida de esas que estará escuchando por sus auriculares verdes. Da un leve traspiés, una leve patada a una piedra y sonríe, quizás riéndose de su propia torpeza o quizás añorando tiempos mejores.

Su bufanda roja, su paso seguro. ¿Tendrá prisa, y por eso camina despacio? ¿Irá a alguna biblioteca, a oler el paso del tiempo y la humedad en libros a
ntiguos? ¿O querrá perderse en el Retiro un rato, huir del mundo y de la gente?




La canción parece acabar. Ella se está perdiendo ya en la multitud. ¿Adonde irá? ¿Quién la esperará? ¿Pasará la siguiente canción, pulsará el modo aleatorio o aceptará la siguiente que venga?

Quién sabrá, querida desconocida. Quién sabrá.

jueves, 16 de diciembre de 2010



Ella. Tan sólo ella, libre, inmaterial, tan pura. Liviana, pesada y amable, acorde con la vida y estridente en mis venas. Choques de realidades, roce suave del agua, mi yo, mi ella. Cae la noche, recorre el hierro frío y la luna la busca, al igual que la busco yo y la buscaré.

Amores platónicos. Ella. Desesperanza en lluvia, esa humedad que cala, ese frío que te hunde, que no eres tú, que no es el mundo. Leve, baja, susurra, inalcanzable. Nívea, invencible, cansada y astuta, resuelta y libre en cada esquina. Libre. Te quiero libre, la quieres ansiar. La quieres dentro de ti, de tu pecho, quieres afixiarla y ahogarla, dejarla en un último aliento. Se desvanece, transparencia entre mis dedos. La amo, la amo. Pero te necesito para hallarla. Sin ti es imposible, sin ti se me escapa ella y con ella la vida. Cerca de la nada, encontrada o perdida. Ella.


La felicidad

domingo, 12 de diciembre de 2010




Siempre me decía a mi misma que no hay que tener miedo a la elección, al fallo. Es ley de vida levantarse tras una caída que quizás haya podido trastocar tu mente. Las piedras son duras, hay cosas que jamás se rompen, al igual que jamás he temido volverme a equivocar.

Cruzar dos palabras, dos miradas cómplices, que unos una la simple conversación. A veces no te das cuenta de que la persona que puedes tener delante puede cambiarte la vida y la visión que tienes sobre el mundo y los hechos. Y todo se entrelaza y concuerda cuando se encuentran dos palabras, dos mismas visiones. Cuando nos vimos ni sabíamos quienes éramos ni nos importó. Ahora existe algo mucho más importante. Es como mirarte y verte clara, limpia, transparente y directa. Es verme a mi, es saber que todo puede salirme bien esta vez, que tú eres la indicada. Es tan cómodo poder confiar en alguien y contárselo todo sin que te juzguen y dejarle bucear en tu interior, que a veces olvidas que ese persona no es parte de tu mente.

No te hago un contrato de amistad eterna, al igual que tampoco hace falta decir que esto debió suceder hace algunos años. Todo tiene un porqué, quizás si nos hubiéramos conocido antes no hubiésemos acabado así. Creo que lo mejor que alguien puede decirle a otro es que confías en él, y yo confío en ti.

No te hago un contrato de amistad eterna porque creo que no hará falta, ¿no?

Te encontraré



Se lo dijo al viento, nadie más podía escucharla. Te encontraré. Me encontraré.

Tan protegida, tan suya. Sentía con el mundo que le había hecho crecer a tirones y recuerdos, y por desgracia más de una vez le dijeron que cualquier pensamiento, cualquier revolución podría cambiar el mundo. Que ella podría cambiar el mundo. ¿Quién le contaría ahora que la poesía humanizada, que los ideales no sirven de nada? ¿Quién le contaría ahora que todo aquello que defendía Neruda era falso? La realidad no cambia, el mundo es un conjunto y el pensamiento no cambia. Ella, inmensa y perdida en la realidad, creyendo que todo aquello podría ser otra cosa. Que la poesía le cantaba y la susurraba todos aquellos secretos e incógnitas para acabar con una realidad a la que nadie creía poder afrontar.

Somos fuertes, sí. Somos capaces.La vida es una fiera, una fiera que oprime y no eres agua capaz de filtrarse por sus garras. ¿Quién le iba a poder contar ahora que no podría encontrarse siquiera a sí misma en un mundo cínico y olvidado siquiera por sus mismos ideales?

jueves, 9 de diciembre de 2010

Misterios

Y sin embargo a quien tenia cerca no podía transmitir...









Mirada universal, de alcance personal. Me hopnotizó por fin con su verso letal...

martes, 7 de diciembre de 2010

Principios de eternidades

Si se quita el pantalón, tan estrecho que oprime ganancias y pérdidas, resbalará entre ellos lentamente un calcetín de los dos que lleva, siempre de distinto color. Andará sobre el suelo frío, ya sea verano o invierno, con un sólo calcetín. La cuestión no es si se preocupa o no por el pie desprotegido ni por los colores opuestos. Tampoco es de importancia que, al quitarse el pantalón, se haya llevado consigo los dos calcetines. El frío seguirá calando igual, la lluvia va a seguir mojando sus propias lágrimas y el viento soplará hacia el mismo lugar.

A veces se sienta en su cama, respira hondo y se mira el calcetín azul. Otras veces piensa, escribe, intuye. Desea que llegue la hora de dormir, que quizás algún día ya no haga falta despertar, o simplemente despierte siempre en mitad de la noche. Una y otra vez. Quiere, como alguien siempre quiso alguna vez en su vida, cerrar los ojos para siempre. ¿Quién dijo acaso que fuese fácil?

No se trata de rendirse o no, se trata de cojer fuerzas. El calcetín siempre estará en su pie. Y cambiará el tiempo, la fecha, las entradas y los números. Cambiarán las estaciones, las personas, los gustos y los lugares. Pero ella seguirá siendo la misma, evolucionará como todos y bajo su piel reinará aquel carácter que la había definido por siempre: la resistencia.






Se tapó de sábanas blancas, oculta sus razgos. Quiere cerrar los ojos, no despertar, no ver otra luz de mañana. No todo lo que consideramos realidad tiene porque serlo, quizás lo más seguro es que lo que consideramos real, para ella, no son más que leves pinceladas y sueños de algún mundo muy, muy lejano.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Entre costuras

Vamos a contrastar matices, vamos a ser uno. Movámonos con el viento, ¿para qué ir a contracorriente, porqué saber qué hay más allá del mar? Derrochó tantas sonrisas que ahora le faltan las mismas vidas, para qué se habrá pasado la vida entre costuras, entre susurros, entre quereres y no poderes.

Lo banal que le agarró y le dejó a merced de la vida, de lo que no veía importante. Guardaba secretos en constelaciones que veía en los cielos... desde ventanas que no eran suyas. Me resbalo entre el espacio que sobra entre tu mirada y la mia, debería sumergirme en tus ojos para mostrarte que hay cosas que no se pueden explicar, que no se pueden ver. No hay búsqueda en vano, no hay vida más allá de ti que no conozca. Fuente, agua en vano, rutinas continuas y me convenció tu sonrisa. Y...







Las ganas que te quedan por seguir son las mías por amarte. Dame la mano, aún nos quedan tantos viajes de sueños, tantas maletas que hacer para no volver. No me regales más palabras vacías de esas que sabes que odio, puedo decirte tanto en un beso que callaría al mundo. Al mundo... al mundo callaría con un beso tuyo.



Vamos a callar al mundo

martes, 23 de noviembre de 2010

Son ellos o yo.

No la reconozco. Si no fuese por aquellos ojos grisáceos, y aquellos labios de sonrisa férrera y apretada, hubiese jurado que se trataba de otra persona.

Me miró como si no me conociese. Vi tantas cosas que cambiaron en apenas unos segundos que no tuve tiempo de preguntarle siquiera porqué. Fundamentos que creía inamovibles fueron vapuleados por otros más comunes. Ella era especial, yo la consideraba así, sobre todo por aquellos ideales que tanto la caracterizaban. Me destrozó comprender, asimilar y ver, que todo lo que había forjado en años se destrozaba en apenas instantes. ¿Como pudo haber cambiado en tan poco tiempo? ¿Como pudo haberse dejado de querer tanto?

La palabra se quedó alguna vez en un susurro, en un "no cambies nunca" y en una promesa. Ella sonrió, hace algunos años atrás, y agachó el rostro. "Ojalá la vida no me cambie".








No te reconozco.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Seda




Repaso sus líneas lentamente con esa mirada que tanto le gusta. Llego a percibir el nacimiento de una sonrisa entre sus dos mejillas sonrojadas, vergonzosas.

Se levanta agarrando con suavidad las sábanas y aprecio su piel cohibida en el frío, y yo quiero acanzarla y besarla, acunarla entre mis brazos con ese calor que sabe que puedo darle. Se contonea mirando hacia atrás, sabiendo que me deleito con cada curva de su cuerpo, con cada tonalidad de su piel que supera lo más realista de mis sueños. Su pelo largo, que tapa ínfimamente sus pechos firmes y ella me sonríe, pidiéndome que la busque y que la encuentre.

Como yo, como ella, me abalanzo y la quiero. Recorro sus curvas, me pierdo en su mirada de párpados cerrados y fríos. Oigo su leve murmullo, beso su cuello y me encuentro con su respiración agitada que me pide que la ame. Se muerde el labio inferior, noto la presión de sus dedos sobre la espalda y luego, el movimiento lento de sus caderas. El vaho de su boca como mi aire, como si no hubiese mañana.

La luz tenue de la tarde de invierno entra con suavidad entre mis desvaídas cortinas, se pasea por la estacia y por mis pensamientos. La ilumina a ella, a sus mejillas aún sonrojadas, a su ombligo que baja y sube en un vaivén desosegado, con dulzura.

Hay un último beso, una última caricia, pero quizás no haya otro mañana sin ella.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Y es...





...como levantarse tras haber soñado toda una noche con su recuerdo. Es como levantarse, sentir su dulce aroma. Girarte y observar la misma almohada que albergó sus sueños una vez, que parece que guarda incluso la forma de su cabeza. Una almohada vacía.

Es como caminar por la calle sola por los mismos lugares donde habías estado con él y agarraba tu mano. Sola esta vez, aprender a estar sin él. Es como olvidar la forma en la que me mirabas, la forma en la que sabía que nadie jamás me amaría como lo hiciste tú. Deja en mi aún esa huella que quiero tanto, esa huella que quizás hayas olvidado.

Sonríe, aunque esa sonrisa no sea para mi. Sonríe y ama, aunque ya ese beso no me pertenezca. Aunque ya esas tardes Aprender a no ver y a no recordar. Aprender que no estás.

Quizás es por ti que hoy se más. Quizás es por ti que hoy, aún, me cuesta olvidar estos dos años.


Te quiero.

jueves, 28 de octubre de 2010

For me





Eres tú. Como el lobo que aúlla cuando sabe que la luna está en el cielo. Inalcanzable. Aún así, persigue su reflejo en las aguas, la aúlla en la estepa fría y la llama, la llama desde lejos, incansable. Eres tú, como ese lobo que vive bajo mi techo, que me busca pero encuentra tan sólo suspiros, que me enreda entre sábanas pesadas y dice mi nombre. Tan sólo mi nombre. Bajo el cielo, queriendo parar el tiempo, una noche eterna para ti. Esperando para ti.


Sólo para ti.

lunes, 4 de octubre de 2010

Estaciones




"Decidí quedarme aquí, dormido, a las cuatro de la tarde, con el calorcito de agosto. Decidí quedarme aquí con la cabeza apoyada en la almohada del lado de tu cama, el que olía a ti. El lado izquierdo. Quise dormir, porque si despertaba, tu ya no estarías.

Lo único que me queda ahora es un billete roto de tren, los guantes que te dejaste olvidados sobre la mecedora, un olor leve en la almohada y una cama vacía.

Y alguien que espera que regresas, un día largo de verano, a las cuatro de la tarde."

domingo, 26 de septiembre de 2010

true




Sintió que volvía.
Sería el viento, el olor de la sal, el sonido de las olas. Sería la luz del sol sobre las rocas, sobre letargos remanzos de agua mansa. Las calles estrechas, los recovecos de sol entre hojas planas, el sonido hueco del retumbar de pasos anónimos entre calzadas.

El aroma del adiós, del buenos días de la próxima semana, el despertar y saber que estarás allí. Podrían ser tantas cosas las que le hicieron volver que ni se las planteó en un primer momento. Sentir el viento fuerte, sentir que estaba viva. Darse la vuelta y encontrar un mar nuevo, añorar años perdidos. Recorrer de nuevo pensamientos, mirar hacia un lado y sentir un aluvión de recuerdos. Querer ser, despertar. Despertar. Después de tantos años, debía encontrar su lugar. Había sonrisas perdidas que quería mostrar.

Era como saber que aquello ya no formaba parte de su pasado. Era como sentir que volvía a hilar su hilo desde la última vez que lo dejó. Sin saltos, quemando bordes. Era un grito desesperado, un quiero estar contigo. Un no me olvides, unas palabras de más.

Algo que le quiere decir que jamás se irá.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Darling




Hoy te escribo, pequeña. Hoy quiero saber de ti, encontrarte y cerrar tu cuento de páginas deseosas de arrastrar. Pequeña mía, ya pasó, ya se acabó. Lo sabes. El círculo se cierra, te vas y se va. Tu camino no está aquí, pero aun así se que canción deseas escuchar toda tu vida, se que pensamiento te aborda y te presiona continuamente. Vuela pequeña, sé capaz de decirle que no, que adiós.


Adiós. Hola.

lunes, 13 de septiembre de 2010

No.






Puede que sea esta la canción, la que nunca te escribí y tal vez te alegre el corazón. No hay más motivo ni razón, que me acordé de ti. Buscando en lo que fuimos,
un que será de ti.

Yo me fui, no sé hacia dónde, sólo sé que me perdí. Yo me fui, no sé hacia dónde y yo solo me perdí. Hay un niño que se esconde siempre detrás de mí.

Todo cambia y sigue igual y aunque siempre es diferente, siempre es el mismo mar
Todo cambia y sigue igual y la vida te dará los besos que tú puedas dar.

Todo y nada que explicar ¿quién conoce de este cuento más de la mitad? Soy mentira y soy verdad, un reflejo que vive preso dentro de un cristal.

Todas las cosas que soñé, todas las noches sin dormir, todos los versos que enseñé y cada frase que escondí. Y yo jamás te olvidaré. Tú acuérdate también de mí, nunca se para de crecer, nunca se deja de morir.

lunes, 6 de septiembre de 2010

New time







Hoy me aprisionaré y veré el mundo desde tus ojos. Quiero adentrarme en ellos y hacerlos míos, solo míos. Quiero nadar en ellos, ahogarme en sus aguas, hasta sentir que ni el aire puede salvarme de ti.

Yo quiero sentir, quiero saber desde qué cristal miras tú el mundo. Quiero saber de qué tienes miedo. Qué amas. Qué serías capaz de hacer por ello.

Temes lo que no conoces. Destruyes todo aquello que crees no poder controlar. Te crees rey, te crees superior. Das vida al igual que la quitas. Orgulloso de tu progreso, de tus logros, duele saber que en el fondo olvidas a aquellos que no pueden llegar a ver siquiera tu riqueza. El dolor del vacío, el dolor del cambio. Os creéis dueños de una tierra que os vio nacer, evolucionar.

Hoy me aprisionaré y veré el mundo desde tus ojos. Hoy quiero saber el porqué de mis propias razones, el porqué de las tuyas. Me destruyes con tu propia mirada. Exprimes todo lo que hay en mi. Duele saber que un día fui tu madre, que me honraste y me amaste. Duele saber que hoy en día, deseas destruirme, transformarme. Como la energía y a la materia. Es duro y difícil de creer que te engendré, te di vida, te di todo lo que necesitabas para que crecieras. Duele ver como todo lo que yo amaba se ha corrompido.

Hoy veré el mundo desde tus ojos, humano. Pero no puedo.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Annoyance




Mi corazón me lo dejé allí, quizás fuese en otro tiempo. En otras circunstancias.

Mi corazón lo dejé allí, lejos. Y tengo que volver a por él.

Volveré.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Ellas





Una vez me dije a mi misma que podría ser todo aquello que quisiese.

A veces a una le da por pensar, por echar la vista hacia atrás, pero hay demasiadas cosas. Demasiadas experiencias. ¿Porqué elegir alguna, o todas ellas? Todo siempre te aportará algo. Cada persona te dará lo que pueda ser capaz de dar en ese momento. A veces duele, a veces quema la simple idea de que no tienes un lugar para ti sola.

A veces, cuando a una le da por pensar, por echar la vista hacia atrás, no puedo evitar encontrarme con sus miradas. Con sus caras. Hoy, después de más de un mes, sigo recordando con cada detalle cada sonrisa que me dedicaron, cada palabra mia que oyeron, cada espacio que me regalaron y sobre todo, cada huella que dejaron en mi.

Hoy estoy aquí, enfrentándome al papel, intentando saber porque la sonrisa me pesa más de la cuenta. Hoy aún pienso porqué la sonrisa de ellas me iluminaba más que setecientos soles, porqué sus abrazos eran cálidos y porqué, sobre todo, siempre pensaban en mi como era, sin juzgar, sin nisiquiera pensar en nada más. La amistad, lo que yo buscaba, la amistad fue lo que me dieron.

Amistad pura, amistad de las que no podrías encontrar en ningún otro lugar.




martes, 31 de agosto de 2010

Chains







Hoy, más que nunca, estoy sola cielo. De verdad. Tú sabes que soy fuerte, yo se que lo soy. Pero es mi verdad, y la tuya, también.

Sabes que nunca esperé nada de la humanidad. Nada de nadie. He de reconocer que de ti un poco, pero ¿qué mas da? Todo era tan hermoso al principio... Yo sé que me deseabas a cada momento, que las horas se te hacían golpes en el corazón cuando se trataba de verme. Los primeros meses jamás apartabas la mirada sobre mi.Antes era todo tan distinto... Antes aprovechabas cualquier momento para besarme; antes buscabas horas ocultas entre recodos de mi para encontrarme, para besarme, para hacerme tuya. Era magia, la magia que nos hacía sentir y querernos.

Ahora, lo que nos mueve es la rutina. Y yo siento muchas cosas, muchísimas. Alegría, tristeza, sed, amor, odio, antagonías. Siento paz, siento dolor, inquietud, ansiedad, soledad.

Siento que no puedo dar más.



- ¿Esta nota fue escrita a las 3:00 antes del suicidio, no es así?
- Sí, señor agente - respondió Wine con lentitud - la encontré en su escritorio cuando volví de trabajar, justo a las siete de la mañana.
- Ajá - el policía dio una profunda bocanada el cigarrillo - Sabe que usted es uno de los sospechosos, ¿no es así?
- Lo imagino, señor agente - respondió con pasividad e ironía - Sobre todo porque se trata de un suicidio.
- ¿Ah, si? ¿Y si se trata de su novia, porqué se muestra tan frío? ¿Como si no ocurriese nada, eh? Usted mismo podría haberla instado a escribir esa nota. ¿Cómo fiarme de usted, si ni siquiera ha llorado por la muerte de ella?
- Sí. Yo fui la causa. ¿No ha leído acaso la nota, agente? - suspiró - Yo no la quería.

Lo sé




Yo se que cuando se despierta piensa y no piensa inconscientemente, quizás porque ya sepa que su día será otro día más, que nada cambiará. Yo sé que la negatividad le vencerá hoy y mañana, y la imposibilidad de imginar o esperar algo mejor.

Se que hoy se levantará, rozará el frío suelo con el pie izquierdo y deseará que se torne un poco más cálido el mármol que pisa. Bajará con lentitud las escaleras, pero todos creerán verle saltar los escalones de dos en dos. El café cálido de la mañana serán piedras frías en su estómago y el canto de los pájaros, duras gujas en su cabeza. Yo se que se refugiará en sus canciones, que buscará con anhelo la verdad, que las palabras dejarán de resbalarle algún día sobre sus manos. Se que quiere encontrar su camino, harar las cruces vertidas sobre él y acariciar la brisa, atraparla entre sus dedos y no dejarla marchar.

Y sobre los tejados de la ciudad sé que escribirá lo que a nadie quiso contar. Sobre los tejados dejará volar sus secretos y sus palabras; las que nadie quiso oír.

Y yo sé que, algún día, el volará con ellas.

domingo, 15 de agosto de 2010

Totalidad





Desde lejos eran como el cielo y la tierra. Parecían unidos allá en el horizonte. Sin embargo, jamás llegaron a tocarse.

sábado, 14 de agosto de 2010

Mi paso del tiempo




"Yo no tengo edad" Me dijo "Yo jamás crecí. Yo jamás noté el pasar de los años, ni como mis propios pies echaron raíces en estas tierras. Yo jamás crecí. ¿Ves estas arrugas, esta piel caida bajo mis ojos y bajo mi boca? Son tan sólo señales del tiempo, señales tan superficiales e imprecisas sobre mi propio existir. ¿Quién se cree que es para marcar el ritmo de mi propia vida, ese dichoso tiempo? No, no. ¿Acaso podrías decirme con exactitud qué edad tiene esa roca agrietada de ahí? ¿Podrías decirme cuanto tiempo lleva en ese lugar? ¿Y el agua que bebes ahora? ¿Sabes quizás por dónde habrá pasado, cuando nació? ¿Y las nubes, las estrellas? Nada marca el paso del tiempo. Yo existo, simplemente existo, no hay tiempo ni lugar que detenga mi existencia. Incluso cuando yo muera y mi energía pase a ser parte del mundo de nuevo, mil moléculas de mi cuerpo quedarán en los pequeños vientres de mis bacterias descomponedoras. Incluso cuando yo muera, incluso cuando mis arrugas se borren con el viento fúnebre, yo seguiré existiendo si hay alguien que aún fuese capaz de recordarme. Nunca moriré mientras haya una persona en el mundo que guarde un recuerdo de mí, que el tiempo jamás haya sido capaz de borrar de su mente el recuerdo de mi cara, o de mi sonrisa. El tiempo, amigo, se dice de él que es poderoso. Que es fuerte. Inamovible. Yo te digo que no hay nada más poderoso que la mente humana, y ese corazón que llevas en el pecho."

miércoles, 11 de agosto de 2010

Olas






A veces somos como ellas. Olas. Agua moldeable, impulsada por el viento, llena de sal y de vida. Otras veces somos espuma, espuma blanca y abatida recostada sobre la arena, o golpeando furiosa las rocas hasta acerlas calizas. Y quizás, otras tantas veces, somos esas olas vacías, leves, llevadas tan sólo por el viento, por las personas. Olas a la deriva. Olas sin fuerza.

Nos moldeamos a nuestro antojo o al de otros. Nos moldeamos ante nuevas situaciones y ante nuevas personas. A veces nos moldeamos hasta olvidar de dónde venimos, que fuimos, y cual era nuestra forma original. Comenzamos pensando lo que queremos ser, luego pensamos en qué seremos, y finalmente, pensamos en lo que una vez quisimos ser, y nunca lo fuimos. Cuando queremos emprender la búsqueda de uno mismo, fracasamos. Estamos aqui, aqui. En el mismo sitio donde cambiaste. El yo verdadero no muere, no descansa, no desaparece. Se transforma. Nadie puede reencontrarse consigo mismo, nadie puede intentar buscar quién es en realidad, porque tú siempre serás tú mismo. Cambiarás, pero siempre serás tú. Como el agua que cambia de forma y desea reencontrarse con lo que alguna vez fue, no debe más que mirar en sus propias aguas claras, oscuras, y tan azules que guardan tantos suspiros de vida, para saber que esas aguas siempre han sido y serán, las mismas.



Ella quiso ser el aire. El aire libre que moldea, que nada puede atar, que vaga sintiento, conociendo y soñando con sentimientos. Ella quiso ser el aire cálido y la brisa veraniega que baña sonrisas y acaricia atardeceres. Quiso creerse aire y lo fue, solitaria, altanera y liviana. El agua jamás pudo atraparla entre sus dedos, jamás la pudo encerrar entre sus cárceles húmedas. Y enamorado el mar del viento, enamorado de la libertad y de sentirse encerrado entre tierra y roca, quiso ser viento y acompañarla en su viaje. Quiso ser liviano, quiso estar junto a ella, sin saber que aquello era también una dulce condena.

Ella quiso ser viento, sí. Pero el mar la ató, y la hizo suya, y su libertad murió junto con sus ganas de sentir y de vivir. El mar la atrapó, y le hizo dibujar sobre su superficie plana olas gráciles. El mar la atrapó y le hizo recorrer toda su extensión y le hizo amarle, encadenada.

Ella quiso ser viento, sí. Pero el amor le hizo ser parte del mar.

jueves, 22 de julio de 2010

Entes




Gente que va, y gente que viene. Nacemos creyéndonos únicos en el universo, perfectos en nuestro reducido habitáculo. Y crecemos. Crecemos junto a otros, crecemos enriqueciéndonos de experiencias, de vivencias y de sensaciones. Miles de seres que pasaran por nuestras vidas y dejarán huella, algo nuevo que aprender y un nuevo horizonte que mirar. A veces dejan huellas preciosas, inamovibles para el tiempo y el olvido. Otras, dolorosas como el mismo infierno. Y otras huellas que están ahi, que se olvidarán, y que pasarán como pasan las estaciones.

Otras veces le recordarás. Recordarás la melancolía de sus días y de sus noches. De sus palabras y de sus tonterías. Te preguntarás que fue del ayer y tú mismo encontrarás una respuesta. A veces no hay más sensaciones que el propio sentir.

Pensar en lo que podría haber sido. Lo que sería y lo que será. Otros que te decepcionan, que te olvidan. Y tú, inamovible, que esperas y esperas una señal, un hola y un me quedo para siempre. Una palabra que te jure lealtad eterna.

Ni la eternidad, ni las personas, ni las relaciones, ni las huellas, existen.

martes, 20 de julio de 2010

Destinos (Prólogo)




Prólogo Vía de escape



Luces. Sonidos. Alarmas.


Y la pequeña corría sin saberlo hacia su perdición. Pero, ¿qué iba a saber ella? Su subconsciente le obligaba a correr sin mirar atrás. Nunca mirar atrás.

Oía pasos apresurados cerca. Le pisaban los talones y ella no sabía dónde esconderse. Mirase donde mirase, todo se le antojaba igual de macabro y oscuro. Aquella ciudad era demasiado…fría. Tanto metal y tanta luz impedía ver el cielo, encapotado por los gases tóxicos de innumerables fábricas humanas. ¿Dónde debía ir? Ni ella misma lo sabía. “¡Corre! ¡Vete, huye!” Aquellas palabras fueron las últimas que escuchó de la boca de su hermano, antes de perderle de vista. Se sentía abandonada. Se sentía sola y olvidada por todos. Sabía que ella era tan sólo el cebo para aquellos hombres; para que sus dos hermanos escaparan. La habían utilizado.

Lo único que impedía que las lágrimas aflorasen en sus ojos era el nudo que yacía en su garganta. El miedo, la impotencia. Algo le decía que moriría allí, pero moriría por sus hermanos. Los que la habían abandonado.

¿Eso estaba bien?

Las piernas le flaqueaban. Ya no podía correr más. Los soldados imperiales la encontrarían y ella no podría hacer nada por evitarlo. “Al menos” pensó “Espero que Derik… esté bien”

Ellos tres siempre habían deseado escapar de allí. La ciudad los asfixiaba y bien sabían que aquel sitio no era su lugar. Aquel humo infernal, aquel cielo sin luz, donde se les inculcaban valores que nada tenían que ver con los principios de los humanos. La joven, desde pequeña, siempre había escuchado hablar a los mayores acerca de algo llamado “naturaleza”, “árbol”, “flores”, pero hasta muchos años después, no supo a qué se referían esos términos. Su hermano Derik era demasiado pequeño, y no sabía leer, pero ella y su hermano mayor investigaron asuntos prohibidos en aquella sociedad. La naturaleza. El origen de la vida.

Se decía que, más allá de las murallas de las ciudades, existía otro tipo de vida. Aquellos libros tan primitivos, de hojas y cubierta de cartón, hablaban acerca de un cielo azul cubierto de nubes blancas. Hablaban del Sol, siempre visible en el cielo, y de la Luna, acompañante de la noche. Esos libros hablaban acerca de las distintas especies que habitaban aquellos lugares; corrientes de aguas puras y cristalinas, mares y océanos interminables. Ella jamás supo imaginar el agua de otra forma que no fuera turbia y arenosa, ni tampoco supo imaginar que no costara nada encontrar aquella sustancia . En la ciudad, aquel que podía comprar agua, debía de ser rico o tener buenos enchufes en el estado. Sus padres eran agentes de policía del cuerpo nacional, por ello, en su casa jamás faltaba el agua. Pero ella se encogía de miedo al salir a la calle y ver los cuerpos desnutridos y esqueléticos de aquellos que carecían de agua y comida: su piel reseca, sus calvas prematuras, diferentes deformaciones. Tenía miedo de verse así algún día. En aquellos tiempos las enfermedades eran más contagiosas y la población moría sin remedio. El oxígeno también era escaso. Aquellos que no eran capaces de pagar por el aire que respiraban, eran destinados a habitáculos minúsculos con enormes maquinarias que respiraban por ellos. La verdad de aquello, es que eran cementerios donde enviaban a las familias que ni trabajaban ni hacían nada por la sociedad. Y allí morían, abandonados por todos, como ratas.
Pero al gobierno no parecía importarle. Una sociedad demacrada por el paso de los años.

Lo que más le llamó la atención fue… aquel árbol.

Había un papiro entre las hojas de aquellos libros. Un papiro del que apenas se podía leer algo, pero ella pudo ver perfectamente que hablaba sobre el origen del mundo.
Y aquel que había traído la vida, era un árbol. Un gigantesco árbol que se encontraba en el corazón del mundo; un árbol de hojas doradas como los atardeceres. El origen de la vida, protegido por los más misericordiosos seres. Por aquel entonces era sólo una niña que soñaba con otros mundos, y aquella historia consiguió fascinarla por completo. Se imaginaba a sí misma, protegiendo a aquel árbol de monstruos que querían acabar con él. Se veía empuñando armas primitivas, como espadas y hachas. Así sentía que escapaba de la rutina y de su cárcel: su hogar.

Ella y sus hermanos apenas salían a la calle. Sus padres siempre estaban sentados en unos butacones enormes, con aire que les enfriaba la casa, observando una gran pantalla donde se les mostraba lo que sucedía en el mundo. Era imposible estar fuera de casa con el calor y el humo asfixiante de la ciudad. La capa de ozono había sido destruida casi por completo, y el dióxido de carbono había elevado la temperatura ambiente diez grados por encima de lo normal.
En aquella metrópoli, tan pobre y tan vana, no había siquiera refrigeradores por las calles.

Pero lo que más le fascinó a la muchacha, absorta en los libros, fueron aquellos bosques de los que hablaban. Interminables manchas verdes donde se respiraba la paz. Allí llovía sobre enormes alfombras carmesíes y de oro. Ella soñaba y soñaba despierta.
- Oye – le dijo una vez la bibliotecaria – Esta sección está restringida. Aquí no se puede entrar.
Ella sonrió amablemente, asintiendo, y salió del edificio andando tranquilamente, mientras se llevaba unos cuantos libros en el interior de su mochila.

Y así pasaron los años, leyendo libros. Su hermano mayor parecía más emocionado que ella incluso, aunque la joven se dio cuenta, mucho después, que lo que su hermano sentía era temor.

Y de eso se percató la noche que irrumpió en su habitación, con los ojos desorbitados y temblando de arriba abajo.
- Le buscan. Le están buscando, pero no lo pueden encontrar. ¡Le matarán¡ - Apartó su edredón y la zarandeó - ¡Alba, maldita sea! ¡Corre! ¡Vete, huye!

Mientras su hermano se llevaba al pequeño Derik en brazos, ella se encontró en medio de una calle desierta, sola, y angustiada. No sabía qué estaba sucediendo, pero si olía a la muerte en casa esquina. Y poco después, oyó pasos. Oyó voces. Y supo entonces que la perseguían. Que no había marcha atrás. Y ahora se en encontraba en aquel lugar, huyendo de sombras.

Pero al girar una esquina, se encontró de bruces con un hombre, y los dos cayeron al suelo. La joven intentó soltarse de las manos de él, pero era demasiado fuerte. Fue entonces cuando una voz cálida e interior la tranquilizó.

<>

La temblorosa joven alzó el rostro y se encontró con un hombre mucho mayor que ella, que le sonrió con ternura. Alba no pudo hacer otra cosa que dejar de forcejear y rendirse. Si le había llegado la hora, ella ya no podía hacer nada. Entonces fue cuando las lágrimas salieron de sus ojos.
- ¿Qué está pasando? – sollozó – Me quieren matar… me quieren matar…
El hombre de cabellos largos y rubios la abrazó, intentando tranquilizar a la niña.
Nadie, jamás, te va a tocar. Nadie te va a matar – su voz le sonaba lejana, segura.
Y, cuando miró al hombre a los ojos, supo que jamás olvidaría aquella mirada de color almendra, casi verde.

sábado, 17 de julio de 2010

Infinito




El joven apreció, bajo la tenue luz de la luna, sus facciones blancas y delicadas.
Nunca había concebido una perfección semejante.
Aquellos labios encarnados y finos. Se preguntó a qué sabrían.
Sus mechones de cabello plateado caían de forma mágica sobre su mejilla de manzana, trazando insinuantes curvas, y luego caían sobre su pálido cuello.
Las manos del joven temblaron de excitación.
Se fue acercando con lentitud a su rostro. Su aliento cálido recorrió su cuello con lentitud.
Estaba fría. Y, sin embargo, bajo aquella piel de mármol y seda, sabía que un calor extremo recorría sus venas de porcelana.
El tiempo se detuvo para él. Sintió que nada más importaba. La tenía en sus brazos, la mujer que más amaba en el mundo, lo que más le importaba. Y nada tenía sentido tras aquel velo.
La muchacha abrió los ojos con lentitud. Y entonces fue el golpe mortal para él. Cuando se dio cuenta de que ya nunca más podría concebir un mundo de luz sin un amanecer suyo.
Fueron sus ojos los que hicieron que chocara contra la cruda realidad.
Aquellos iris azules transparentes que le mostraban a sí mismo. Aquellos dos mares profundos sin fondo, que se movían al profundo latir de su corazón.
Y cuando ella le miró y su pupila negra se ensanchó, Derik supo de alguna manera, que la había perdido para siempre.

Pereza.




Su pelo ondeaba al viento y yo la amaba. Amaba la soledad de sus paos y la solemnidad de sus ojos claros. Su leve perfume. Su sonrisa adornada por dos hoyuelos.

Quería comerse el mundo y yo la amaba. Sus pensamientos firmes. Su claro pulso. Se iba libre y fría, con un corazón demasiado cálido, quizás, para ella. Y yo la amaba. No existía el tiempo. Ella lo sabía y no dudaba.

A veces parecía que ni el aire corría. Solo ella, tan sólo eso. Yo la amaba, sí, aunque ya no. Eterno fue el tiempo y eterno fue el recorrido, igual que el agua lenta, susurrane y leve, tan leve, que embriagaba. Su amor seguro, fuerte, efímero. Efímera ella, envuelta en sábanas de seda. Efímero todo lo que le rodeaba. Tan efímera como la luz de la mañana.

Yo la amaba, sí. En otro tiempo, en otro lugar, con otro sol, y bajo otro cielo.

sábado, 10 de julio de 2010

Winter




Pasan los días. Pasan las semanas. Los segundos tan livianos que apenas los notas, y con ellos pasa el verano con la cabeza apoyada en su pecho. La brisa cálida, el aroma húmedo. Una sonrisa.

Pensar que puede durar para siempre, que te quiere más que a todo. Para luego descubrir que para él, hay cosas más importantes que tú. Pensar que para él, sólo existe tus ojos. Pensar que sólo mira tu sonrisa y que sólo bebe de tu piel. Meses interminables. Espuma de mar. Ilusiones perdidas entre las olas que se estrellan como cristales en rocas olvidadas. Pensar que podía ser como un cuento de hadas. Que ella solo quería que la quisieran.

miércoles, 7 de julio de 2010

En su noche




Se lo prometió. Andó sobre el acantilando sintiendo las piedras calizas frías bajo sus desnudos pies. Las lágrimas se congelaban en su rostro por la brisa gélida de la clara noche. La luna, las estrellas, y todo eso. Todo lo que a ella no le importaba.

Y se lo prometió. Mil y una veces, mil y una vez que lloró de impotencia y otras tantas de lo mismo. Sus pies que rozaban la misma piedra sucia. Sus dedos que desgarraban el mismo cielo oscuro.

Se lo prometió una vez más. Todo cambiaría. Ella haría lo imposible. Su vida era lo único que tenía y la única que podía cuidar de ella misma. Jamás dejaría su alma en manos de nadie. Jamás dejaría que se hiciera pedazos. Sola, sola, sola. Desde que nace hasta que se muere. Sola. Con su maldita soledad. Sola. Sola. Sola.

Era tan fácil como saltar desde el acantilado, y su vida sería suya, y habría hecho con ella lo que habría querido, para que nadie más pudiese arrebatársela salvo ella misma.

¿Había ganado el juego? ¿Cerrando a cal y canto su cuarto etéreo con llave habría conseguido que no le quitasen su propia libertad?

"Protegerse no es encerrarse en una misma" pensó "Pero quizás sea la única solución".

sábado, 3 de julio de 2010

Neruda





Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. ¡Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, ¡todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, ¡todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, ¡todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, ¡y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

Es la hora de partir. ¡

Mine




Como una fiera que nos busca y no cesa. Que termina por encontrarnos, que nos afixia y nos adentramos en su tiempo. Tiempo lento y pesado. Saber que no puedes escapar. Caminas junto a ella. Te muerde. Te mata. Te olvida
Y la sigues deseando, lo único que tienes. Lo único que te queda.La amas. La buscas

La vida

miércoles, 30 de junio de 2010

Venecia





Era curioso bajar del avión y asumir que ya no estabas en casa.
Miraras hacia donde mirases, te cruzabas con las miradas de personas con la que nunca jamás volverías a hacerlo. Culturas y voces distintas a las que estabas acostumbrado. Carteles de calles en otro idioma. Aquellos curiosos que miraban tus maletas pesadas y un aire cálido proveniente de un mar tranquilo.

Esperabas sentando en un autobús llegar. Un joven tarareaba una canción, muy despacio, en italiano. Te hizo gracia y sonreíste. Eran ya las seis de la tarde y el sol se tornaba de un dorado cálido. Campo, flores, casas con encanto y vías de trenes. Todo se te hacía tan familiar como si siempre hubieses vivido allí.

Te bajaste en tu parada y respiraste el aroma salado. Ya estabas allí. Colgaste tu mochila al hombro y tiraste con lentitud de tu gran maleta de ruedas. Las grandes baldosas antiguas resonaban bajo tus pies y descubriste a su vez miles de turistas más. Caminabas lentamente observando aquellos edificios antiguos, que abrían paso a miles de callejuelas pequeñas, de colores vibrantes y llenas de recodos mágicos. Cruzaste un puente con lentitud, para descubrir que había cientos más. El agua de los canales resonaba con una meldía ancestral en todas las calles de la antigua Venecia. Se te entojó lejana su recuerdo, como si la misma ciudad te quisiese transmitir algo.

Cada pared guardaba miles de recuerdos de generaciones pasadas. Una ciudad sobre el agua. Callejones oscuros iluminados por la luz del sol que se colaba entre los pequeños recodos que dejaban libre las enredaderas, que jugaban entre los techos de las casas más bajas. Algunas plazas de un blanco inmaculado dejaban lugar a maravillosas catedrales de cuidados detalles y magníficas esculturas. La ciudad parecía que te hablaba, las calles resonaban de luces, oro y máscaras. La gente pasaba, sonreían. Las plazas rebosaban de vida, de bares y de jóvenes.

Antes de llegar, cayó la noche. Las luces de las calles iluminaban tenuemente las ondulaciones de las aguas de los canales. Gondoleros cantaban y paseaban a parejas en sus barcos por los antiguos canales; los mecía, los acunaban. La ciudad les prometía amor eterno, juventud y magia. Igual que magia tenían los leones adosados en cada esquina, en cada calle en la que te quisieras perder. Los cantos de sirenas perdidos en lo más profundo del mar, que querína adentrarse en Venecia y besar sus calles, y cantar a la noche serenatas hermosas y acompañar a todo aquel que desease perderse unos instantes en aquellas calles interminables, en su dulzor, en el misterio que guardaban los palacios milenarios y en el brillo de la luna sobre el nácar de sus puentes.

martes, 29 de junio de 2010

Never free.



But my dreams they aren't as empty, as my conscience seems to be. I have hours, only lonely. My love is vengeance, that's never free.

lunes, 28 de junio de 2010

Reduciendo historias




Que si el barco se hundiera, yo seria el capitán, y este no es mi barco y yo no soy de nadie, tampoco sé nadar...


Sabe que la vida oprime, que sangra y no late. Le apacigua la tranquilidad del ambiente y la propia rutina. Quiere tener un techo para vivir, un cuarto que refleje el mundo entero y una mesa para apoyar los pies. Desea descansar tras una jornada de trabajo en un sillon, rodeado de paredes que le ofrezcan calidez y unos brazos que le prometan amor eterno cada noche. Desea una sonrisa, un adiós cuando se vaya y un te quiero al volver.

Pero la vida le pesa tanto como los años y quiere escapar. Escapar de todo lo que le rodea y todo lo que le oprime el pecho. Inconformista consigo mismo. Inconformista de la propia realidad y de sus funcionalidades. A veces incluso desea no ver más allá por miedo a lo ajeno. Se ahoga y no sabe nadar en esas aguas profundas. A veces cree hundirse, otras tantas cree flotar.

Ama un gesto. Ama un detalle. Quiere. Desea. El querer y el no poder. Quiero vestir de luces su oscura mirada, pero donde él está, ya no puedo llegar. Quiere huir y escapar. Enfrentarse a la vez. Una y otra vez. Desea tan poco; pero se le escapa de las manos. Como mi reina de las suelas gastadas. Te quiero decir que siempre queda más de lo que no puedes ver. Te quiero decir mil cosas que no te servirán. Te quiero decir que te quiero, que te quiero y que quiero más tiempo del tiempo que tengo para tenerte.

Estás en la vida, enganchado. Yo intento frenar en sus segundos. Yo te digo que no escapes. Que aceleres con la maldita prisa y que acabes con la musa de la vida.

Que tú puedes.

viernes, 25 de junio de 2010

Dos mil treinta y dos (1)





“ Querida Alice:


Hace tantos meses que no tienes noticias mías que, supongo, me creías muerto. Y si pensabas eso no ibas desencaminada, querida.

No me queda mucho tiempo en este mundo.

Me hubiera gustado despedirme de ti de otra manera, pero bien sabes que en estos momentos me es imposible.

Este desolado lugar, en el que no habita siquiera un insecto, rodeado de montañas y árido, es el último lugar dónde podemos escapar de la “ceguera”. Aún así, este viaje que emprendí en busca de un recodo de paz , no es ni más ni menos que una búsqueda que acabará en muerte.

Sé que es muy precipitado, pero sé cual será el destino de la humanidad, y llegará muy pronto tal catástrofe. Por ello te pido, Alice, un último deseo, de este hombre que te amó y te ama… y te amará.

Condúcelos a todos a este lugar. Sálvalos. Junto a la carta viene un mapa, una serie de indicaciones y pistas. No es fácil, pero sé que puedes, porque tú eras la que debía haber encontrado este recóndito paraje. Pero tus ojos… tus ojos ya no pueden ver.

Me acuerdo de aquel día que me levanté a tu lado, con la luz dulce de la mañana, y al abrir tus ojos descubrí el leve color blanquecino, en vez de tus vivos ojos verdes. Alice, Alice… si te hubiera llevado conmigo antes, quizá ahora…

Tu recuerdo se me hace etéreo. A veces tengo la sensación de que nunca has existido…
Alice… vuelve aquí. Trae contigo a toda la humanidad, sálvales.
Sé que puedes, siempre has podido. Y yo te estaré esperando en este lugar, para siempre.


Siempre tuyo,

Jake."

jueves, 24 de junio de 2010

Inmaterial



Todo es mentira. Un mero sueño, una realidad confusa, un baño de sangre vivo y susurrante.
Mis recuerdos son difusos, allá donde llega el mar y se pierden las montañas. Allá dónde la vista nunca alcanza, quizá porque no somos capaces de ver, de percibir; de oír. O quizá… porque no queremos verlo y nos encerramos en nuestro pequeño habitáculo transparente y a la vez oscuro.
¿Hablo por mi misma? ¿Hablo por los dos, o por la humanidad? ¿Qué quieren decir mis palabras, qué quiero reflejar? Son preguntas sin respuesta, como aquellas que me ofreciste una vez, sin mi consentimiento, sin mi permiso.
Siempre te hablo a ti, en mis oscuros pensamientos más íntimos y macabros. Siempre hay un espacio para ti en mí. ¿Por qué? Quizá porque necesites responder tus propias preguntas. Quizá porque necesites conocer a través de mí un mundo nuevo, un mundo antiguo. Unos pensamientos de luz, mezclados con unas ideas nuevas.
Siempre pensé en todo ello con un halo de tristeza. Todo lo que me enseñaste se perdió, de una forma u otra, porque sé que no tenías razón, y mi subconsciente se aferró a la esperanza de olvidar tu recuerdo. Un recuerdo que yo mantenía vivo, y que aún mantengo. No sabes cuánto me duele.
Aquella vez, cuando me tendiste la mano, cuando tu alma se fundió con la luz dorada del atardecer, mis sentimientos se contradijeron.
Podía atisbar su sonrisa a través de un cristal. Podía verte, pero no podía sentirte. No sé que quería, y sigo sin saberlo. Te tengo miedo, pero te necesito.
Necesito resolver mis dudas sobre la humanidad. Necesito un guía en mi vida, y ese guía fuiste siempre tú. Sólo tú.
Soy humana, como bien sabes. Y una vez, recuerdo que me dijiste que era demasiado pura y blanca como para ser una de ellos. Tenías razón. No sabes cuánto me duele ver la ambición en los ojos ajenos…
Y cuando sé que tengo que escapar, que tengo que huir, de todos aquellos que no me comprenden ni quieren hacerlo, de aquellos que no quieren sentirme, me acuerdo de ti.
¿Qué fue de la amistad, del valor, de la justicia? ¿Por qué ahora todo se mueve por el dinero y el interés?
¿Por qué hasta en la más absoluta justicia hay resquicios de maldad y corrupción?
Quizá… soy demasiado ingenua para comprenderlo.
Y ellos siguen hablando de riquezas, de avances tecnológicos, de la evolución del ser humano, de nuestros descubrimientos…
Hablan de todo ello como si fuésemos grandes seres; seres que han conseguido traspasar las barreras de lo animal y lo lógico.
Pero se equivocan, pues han dejado atrás lo más importante.
Sus valores como ser humano, lo único que los distingue de los animales, digan lo que digan.
Y yo me siento ajena a todo ello. No soy… no soy como quieren que sean. ¿Lo intento? No lo sé.
Inventamos máquinas, nos creemos superiores. Hemos abandonado al esfuerzo. El afán por conseguir nuestras empresas imposibles, lo hemos dejado en las manos de máquinas…
El honor, la lealtad y la verdad también lo hemos dejado atrás. Porque ahora sólo importa el dinero, la riqueza, el que tiene más es el más importante.
El liderazgo se ha vuelto corrupto, pues ya no se busca el bienestar del pueblo, si no la riqueza que éste puede aportarle, porque para ellos sólo somos un preciado ganado al que hay que cuidar, para que le aportemos dinero, dinero y dinero, y robarnos el que nos pertenece.
La gente se traiciona para sacar provecho de ello.
El orden de los valores altera nuestra vida, porque lo más importante lo hemos dejado atrás, en lo más hondo de nuestra alma, y quizás ya nunca lo podamos recuperar.
Quizá mi alma sea lo único que tenga, después de todo. Quizá es lo verdaderamente importante. Lo inmaterial, lo que nos hace felices.
Quisiera poder encontrarme a mi misma. Poder encontrar lo que siempre busqué en ti. Un resquicio de luz.
Por eso me atormento desde aquel día. Desde el día en el que me tendiste la mano y me preguntaste: ‘’¿Quién eres?’’
No supe qué responderte. Aún sigo sin saberlo.
Me sonreíste, como se le sonríe a un niño perdido para tranquilizarle, como se le sonría a un anciano que está a punto de morir.
‘’Yo… soy parte de ti. De todo lo que me has enseñado, de todo lo que he aprendido de ti. Yo soy un reflejo, un espíritu. Pero no soy tú.’’
Me sonreíste de nuevo y me tendiste la mano.
‘’¿Quién eres?’’
Y te marchaste. No pude ir contigo. Porque no sé quién soy. O no quiero aceptarlo. Quizá soy como una de esas estrellas cuyo brillo es tan cegador que no pueden verse a sí mismas.
¿Por qué es tan irónico? Eso no es cierto. Acabo de comprenderlo. Y nada tiene sentido. ¿Para qué he caminado tanto? ¿Por qué tanto camino? ¿Tan sólo… para resolver una de tus preguntas?
¿Quién soy?
No quiero darme cuenta. No quiero. Me miento a mi misma. Pero ya no puedo.
No quiero darme cuanta de que soy una humana. Un monstruo. Que no soy capaz de perdonar a los míos, que no soy capaz de encontrar en mí un resquicio de luz. Una esperanza de salvación para mi especie. Algo de humanidad en mí, en todos.
Y, puede que, esa sea mi perdición. Mi perdición y la de todos. No poder abrir los ojos cuando ya me he dado cuenta de lo que soy.
No puedo rectificar. En mis genes está. Soy un monstruo, como todos ellos.
Y así será.

domingo, 20 de junio de 2010

Ismael




- Papá - susurró el niño - papá, tengo sed.
El hombre salió de su ensueño y miró a su hijo que apoyaba la barbilla sobre su pierna, con una amplia sonrisa que dejaba ver una mellada entre sus dientes. Su padre le alborotó el pelo cobrizo.
- Ven Luis, vamos a la tienda que hay en la esquina del parque.
Los ojos del pequeño de iluminaron con dulzura.
- ¿La tienda de la señora que tiene el perrito?
- Si.
Ismael se levantó con cuidado y agarró a su hijo de la mano. El niño brincaba y canturreaba alguna canción que le habría enseñado su madre.

Bordearon el camino del parque y vieron a distintas parejas que llevaban a sus hijos a disfrutar del sol un día de domingo. Ismael echaba de menos en aquellos momentos a su mujer, a la que aún amaba a pesar de haberle pedido el divorcio años atrás. Aún podía recordar el perfume de su pelo cada mañana y el olor acaramelado de su cuerpo cuando despertaba junto a él, cada día, y ella se desperezaba librándose de su dulce abrazo. Un beso, una caricia. Una taza de café y el olor inundando la casa. Su boca pequeña y su leve voz. Pero ella se fue apagando, e Ismael no quiso darse cuenta. Y cuando todo acabó, cuando hubo de terminar el amor con una firma sobre el papel, él comprendió muchas cosas. Que ya no habría más paseos agarrados de la mano. Que ya no compartirían más amor juntos, con su hijo. Que ya no podrían inculcarle juntos todo aquello que un día desearon hacer. Que ya no habría más Ismael y Ángela allá donde fueran. ¿Tú eres el marido de Ángela? No. Yo solo soy Ismael. Solo Ismael. Solo. Estoy solo. Y ella no sé dónde está. Sola también.

- ¡Papi mira! - dijo el pequeño, señalando una bebida con un envase de colores estravagantes. - El novio de mamá me lo compra siempre.
- El novio de mamá... - suspiró Isamel - ¿Es bueno contigo, Luis? ¿Es bueno con mamá? ¿No la hace llorar? ¿Ella... está siempre bien?
El niño le miró, intenando ver más allá de las palabras de su padre con una tenue inocencia.
- Mamá siempre está sonriendo. Y está más tiempo jugando conmigo. Todas las noches me lee los cuentos que tú le escribiste. Su novio me regala muchas cosas y mamá dice que me quiere mucho.

Ismael le tendió la bebida a su hijo y lo alzó en brazos.
- Y tú, ¿me quieres a mi? ¿Aunque no pueda estar contigo siempre?
Luis sonrio y abrazó por el cuello a su padre, hundiendo sus mejillas sonrosadas en el cuello cálido de él.
- Papi - sollozó - Te echo mucho de menos. Vuelve a casa papi. Mamá no me lee los cuentos como me los lees tú. Y el novio de mamá no me pinta mis dibujos favoritos ni juega conmigo. No te vayas más papá.




La piedrecita estalló contra la superficie de agua inmaculada, saltando de nuevo y hundiéndose en el agua.

- ¡Otra vez! ¡otra vez! - gritó Luis.
Ismael cojió otra piedra y la lanzó al agua. Ésta volvió a saltar dos veces. Miró a su hijo, vio como sonreía. Y también vio que faltaba algo. Algo muy especial para el niño y que no tenía. ¿Ángela lo estaría haciendo bien? ¿Le estaría inculcando todo lo que ambos aspiraban en la vida? ¿Todos aquellos valores que una vez compartieron? Sin embargo, allí estaba Luis. Creciendo poco a poco, sin él a su lado. Sentía cada vez más lejos a su hijo, y sentía aún más hondo en su alma el no poder crecer junto a él. Que le contase su primer problema. Su primer beso. Su primer trabajo. Ya no podría compartir la vida de su hijo.

- ¡Papi mira! - dijo, señalando hacia la tienda - ¡Es la señora con el perro! ¡Papi vamos!
- Luis, espera...¡Luis!
El niño corrió, corrió como nunca lo hizo. Con una sonrisa en los labios de inocencia. Su vista sólo miraba hacia el perro de color canela que le ladraba a lo lejos. La suave brisa. La negra carretera.

- ¡Luis! ¡LUIS PARA! ¡LUUIIS!
Un frenazo. Un golpe seco y rudo. Gritos a lo lejos y ojos vacíos. Unas ruedas derrapando y un grito. Un grito sólo.

Ismael quedó de pie. Sólo eso. La gente se arremolinaba en la carretera. Sonido de ambulancias. Silencio sordo. Y luego cayó la noche.

Ismael caminó. Hacia algún lugar. No paró de caminar. Nunca paró. Nadie supo hacia dónde. Nadie dio con él. Nadie le dijo adiós.


Nadie le dijo adiós a Ismael.

Neruda





Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."


El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.


En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.


Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.


Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.


Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.


Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los ultimos versos que yo le escribo.

Fragmentos




[...]
Me giré de mi asiento y miré a mi alrededor. Humo. Me quemaban los ojos, me escocían. Había algunos viejos jugando en las esquinas al póquer; otros borrachos bebiendo y otros hombres fumando y pasando el rato. Ni rastro de ninguna camarera, y dudaba mucho que pudiera llegar hasta la barra sin caerme.


De pronto, vi a una mujer singular pasearse entre las mesas del bar como si fuera su casa, sonriendo a los que allí bebían, mostrando su gran escote y contoneando sus caderas. Muchos podrían haber dicho que se trataba de una prostituta; pero yo bien sabía que no era así.

Había visto a aquella mujer, en algún lado. En alguna parte. Quizás fuera el brillo de sus ojos lo que más me llamó la atención; melancólico, fuerte, decidido, deseoso de seguir adelante y de poder superarse a sí misma.
Pero no quería hacerlo sola.
Ese brillo fue lo que me fascinó de ella. No era especialmente guapa, ni llamaba mucho la atención; pero aquellos ojos y aquella sonrisa fueron lo que me cautivaron aquella noche. Sólo aquella noche. Porque no habría ninguna más.

Y de pronto, ella reparó en mí.
Fue como si nos llamáramos, en silencio. Sonrió, o eso creí llegar a ver en su pálido rostro. Lentamente se acercó hasta mi mesa, y yo le asentí con aceptación para que se sentara. Pero no lo hizo.
– ¿Quieres que te traiga algo? Tienes mala cara – susurró, como un ángel, su voz era clara y profunda.
– Te lo agradecería.
Sabía que no hacía falta decirle más. Al poco rato volvió con una jarra de cerveza.
Se sentó a mi lado y, como leyéndome la mente, me tendió la jarra. Yo saqué la cartera, dispuesto a pagarle, pero no me dejó. Acarició mi mano, y sentí un escalofrío.
– No hace falta. A ésta invito yo.
– Vaya, gracias.
Estuvimos un rato en silencio, observando a la gente pasar, levantarse, entrar, fumar y beber. Ella, al poco rato, sacó un cigarrillo curioso, y lo encendió lentamente.
Y el humo que salió fue distinto. Especial. Se alzaba en espirales hacia el techo sobrio del bar, pesado y profundo, a la vez que liviano. Llevaba recuerdos, melodías, sensaciones… tan distinto y lúgubre a todos los que yo había olido, y no había olido pocos. ¿Hasta qué punto era distinta aquella mujer?
– No pensé que tú también fumaras.
– ¿Te molesta el humo? – dijo, casi con ironía.
– Al contrario, me gusta. Más que cualquier otro.
Ella sonrió. Seguramente estaría pensando que estaba tirándole los tejos, pero yo sólo decía la verdad.
– Eso dicen. No me preguntes porqué; yo sólo me limito a fumar. Y ahí está la clave.
No entendí muy bien su última frase, y ella pareció averiguarlo cuando me miró a los ojos.
– Oh vamos. No me mires así – susurró, y le dio otra calada al cigarrillo – En el fondo sabes de lo que te hablo. Mira este lugar. Está lleno de gente que está haciendo lo mismo que yo en estos momentos. La diferencia es que, en cada calada que doy, dejo un poco de mí. Yo fumo mientras pienso; ellos fuman mientras hacen cosas. Lo utilizan como un pasatiempo, piensan que no pueden vivir sin un cigarro más. Pero créeme, que ninguno de ellos reparará nunca en el humo que desprende su cigarro. Eso dice de una persona más de lo que te puedas llegar a imaginar.
– No te entiendo. – pero no era cierto, la entendía bien. Y ella lo sabía. Todo aquello era una metáfora.
– ¿Sabes porqué te gusta el humo de mi cigarro? – prosiguió ella.
– ¿Porqué?
– Porque desprende soledad. Melancolía. Porque fumo pensando en ello, cuando peor estoy. Y eso no es bueno, lo sé. Pero cuando no tienes a nadie, siempre tengo una caja de cigarros al lado dispuesto a escucharme y a llevar consigo mis penas. Créeme, mi mejor amiga es la soledad. Y la soledad se la lleva el humo.
– Habrá mil personas dispuestas a escuchar tus problemas. No hace falta que los ahogues en un humo enfermizo.
– ¿Enfermizo? ¿Por qué? Sabes, cuando yo me muera, o cuando desaparezca sin más, lo único que recordarán de mí será el humo de mi tabaco. Nadie me recordará. Nadie contará nada de mi. A nadie habré importado ni marcado. Sólo ese humo que se eleva. Porque ahí está todo lo que soy.
– ¿Y qué hay… de tus ojos?

[...]


Ella se miró en el espejo. Y yo la miré también.
¿Cómo sería el mundo ahora sin el brillo de sus ojos? ¿Por qué las cosas más bellas terminaban siempre por desaparecer?

– Tú... - susurré.
– No deberías entretenerte conmigo. Vete antes de que amanezca.
– Lo haré.
Y la abracé. No pude retenerme, y sé que ella también deseaba hacerlo.
La sentí tan cerca…tan cerca de mí. Todo su ser era cálido, su cabello negro era seguro. Quería tenerla allí, conmigo para siempre. Pero conmigo no estaría segura. Y no iba a permitir que nadie hiciera con ella lo que quisiera. No podía.
La miré.
La miré una última vez, y una última vez me enamoré de ella, y de aquel embriagador y agrio perfume de tabaco.
Se acabó. Nunca más lucharás sola.

Sólo recuerdo el sonido del disparo. Como una luz tenue viniendo de sus ojos, sombría, melancólica, triste… y a la vez sabia.
La sangre estalló como un suspiro enjaulado en el espejo donde ella se miró una última vez. Ya… ya era libre.
Ni de la vida, ni de la muerte, ni mía. De nadie.

viernes, 18 de junio de 2010

Dónde quedan




No hay otro camino.

Debilidad. Culpabilidad y angustia, sueño. Asperezas y entre bocas de cerezas que me pierden con su astia y ruda sencillez. Sigo adelante, cierro los ojos. Sé que me hablan pero intento no oir. No me importan sus voces. Pienso, existo. Respondo con desasosiego fingido y déspota. No me importan sus voces. Presto una sutil y superficial atención. Sonrío con ese dibujo de plástico que tan bien se ya realizar. Los colores son bonitos. Nadie nota la diferencia. No me importan sus voces. Ya lo hago demasiado bien. Incluso me comienzan a creer personas que no deberían hacer. Tan vacía y tan plana yo, tan lejos y a la vez queriendo estar tan cerca. Tan sin sentido, tan sin ser tangente. No me importan sus voces. Aquí quedo yo. No me importan sus voces. Cada vez más profundas las aguas que me mueven. Cada vez más me rodean. No me importan sus voces. Tan sólo la suya.


Y gritar que quiero reencontrarme conmigo misma. Gritarte que te quiero sólo a ti y nunca lo entenderás. Que las palabras no te bastan y mis actos son insuficientes. Que me abraces, que me abraces y no me sueltes, porque me pierdo entre la gente y su murmullo, y entre palabras tan vacías como sus miradas. Agárrame y no me sueltes, porque todo esto ya no tiene sentido. Porque todo lo que alcanzo está incoloro, si no estás tú para contártelo. Quédate y no me dejes ir, porque yo no lo haré. Porque aunque me gire mil veces, mil veces buscaré tu mirada en cada recodo y en cada espejo. Porque quiero ser una contigo, hasta el final, y si tu me dejas, ser alguien mejor.


Ya no hay otro camino.



Y me busco. No me dejo encontrar. Mil contradicciones de color del mar. Pensar que todo esto no tiene porque tener un final. Lo difícil, o la ansiedad. Entrelazaré el alma que te encontrará. Aquí ya no queda sitio para nada más.


Y para nada más siento, para nada más aspiro. Entre laberínticos recodos de una misma dualidad y los veo. Cesaré. No hay otro camino.



Ya no hay otro camino.