viernes, 25 de junio de 2010

Dos mil treinta y dos (1)





“ Querida Alice:


Hace tantos meses que no tienes noticias mías que, supongo, me creías muerto. Y si pensabas eso no ibas desencaminada, querida.

No me queda mucho tiempo en este mundo.

Me hubiera gustado despedirme de ti de otra manera, pero bien sabes que en estos momentos me es imposible.

Este desolado lugar, en el que no habita siquiera un insecto, rodeado de montañas y árido, es el último lugar dónde podemos escapar de la “ceguera”. Aún así, este viaje que emprendí en busca de un recodo de paz , no es ni más ni menos que una búsqueda que acabará en muerte.

Sé que es muy precipitado, pero sé cual será el destino de la humanidad, y llegará muy pronto tal catástrofe. Por ello te pido, Alice, un último deseo, de este hombre que te amó y te ama… y te amará.

Condúcelos a todos a este lugar. Sálvalos. Junto a la carta viene un mapa, una serie de indicaciones y pistas. No es fácil, pero sé que puedes, porque tú eras la que debía haber encontrado este recóndito paraje. Pero tus ojos… tus ojos ya no pueden ver.

Me acuerdo de aquel día que me levanté a tu lado, con la luz dulce de la mañana, y al abrir tus ojos descubrí el leve color blanquecino, en vez de tus vivos ojos verdes. Alice, Alice… si te hubiera llevado conmigo antes, quizá ahora…

Tu recuerdo se me hace etéreo. A veces tengo la sensación de que nunca has existido…
Alice… vuelve aquí. Trae contigo a toda la humanidad, sálvales.
Sé que puedes, siempre has podido. Y yo te estaré esperando en este lugar, para siempre.


Siempre tuyo,

Jake."

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